Leños encendidos a metros de unos ojos ardientes.
Que disimulan el asombro ante la danza de una llama vivaz.
Son conjuros vertidos en la noche de luna nueva.
Dónde los rituales de la pasión y el deseo se atraen.
Por el hecho de ser una necesidad latente del fuego.
Admiración por la atracción de los opuestos.
Es el frío omnipotente de la soledad perpetua.
Hacia la candencia del ser que desea ser consumido.
Por las lenguas ardientes del placer.
Es la contienda del que debe dar el paso atrás.
Y el que avasalla el razonar por perderse entre esos brazos.
La atracción impuesta desde el sentir y la necesidad.
Hace de este poema un grito desgarrador.
Naciente ... Continuar leyendo