Leños encendidos a metros de unos ojos ardientes.
Que disimulan el asombro ante la danza de una llama vivaz.
Son conjuros vertidos en la noche de luna nueva.
Dónde los rituales de la pasión y el deseo se atraen.
Por el hecho de ser una necesidad latente del fuego.
Admiración por la atracción de los opuestos.
Es el frío omnipotente de la soledad perpetua.
Hacia la candencia del ser que desea ser consumido.
Por las lenguas ardientes del placer.
Es la contienda del que debe dar el paso atrás.
Y el que avasalla el razonar por perderse entre esos brazos.
La atracción impuesta desde el sentir y la necesidad.
Hace de este poema un grito desgarrador.
Naciente en las entrañas del hombre vencido.
Por el ser infernal que vuelve a la vida con plenas ansias.
De amar hurtando hasta el último aliento de quien se le
atreva.
Como una noche que se fue de prisa hurtando su risa.
El vuelve no tan de prisa, para amar con demencia.
Y vulnerar cada centímetro de la exquisita esencia femenina.
Logrando permitir que el ardor se apodere de sus suspiros.
Y entre espasmódicos gemidos diga entre dientes.
Bienvenido…mi vampiro en esta noche de leños encendidos…